Acabo de leer que con el tiempo los genios han conseguido burlarse de todos los que les arrinconaron en su tiempo, porque la calidad siempre triunfa, a la larga, sobre la mediocridad aplaudida en su momento. Acabo de leer que Flaubert aún se ríe de los críticos, los mentecatos y los tuercebotas artísticos que en su día le vilpendiaron, pero aunque tengo por cierto que el tiempo es un naufragio en el que Dios reconoce a los suyos, no dejo de pensar que no, que Flaubert ya no se ríe, que Flaubert en realidad cría malvas como campanas.
Góngora fue muy famoso en su época —en el siglo XVII si no recuerdo mal— olvidado después casi totalmente y recuperado a principios del XX por la Generación del 27. ¿Cuándo era Góngora más feliz, en el XIX o en el XX? Mucho me temo que lo mismo, que tanto le daba el aplauso como el olvido o el vituperio. Otro tanto ocurre con Bach, recuperado por Mendelsohn, y con tantos y tantos otros, como Van Gogh, que son ejemplo de vanidad post mortem, de monumento al soldado conocido pero muerto, al héroe admirado pero difunto, que ni para lucirlas en los bailes le sirven las medallas.
Y no sé, no sé cuando contemplo todo esto si vale más la injustificada vanidad del idiota aplaudido en su tiempo o la inútil vanidad del genio en su sepulcro, doscientos años después de sus funerales.
Seguramente igual, porque la fama es el cielo de los ateos, donde sólo van los buenos y se condenan los malos. Allí los genios se sientan a la derecha del Arte mientras una paloma de inspiración preside, en un taller, los primeros pasos del aprendiz, futura víctima de los críticos de su tiempo, ejemplo maestro y modelo de las masas venideras.
Pues vale.
Góngora fue muy famoso en su época —en el siglo XVII si no recuerdo mal— olvidado después casi totalmente y recuperado a principios del XX por la Generación del 27. ¿Cuándo era Góngora más feliz, en el XIX o en el XX? Mucho me temo que lo mismo, que tanto le daba el aplauso como el olvido o el vituperio. Otro tanto ocurre con Bach, recuperado por Mendelsohn, y con tantos y tantos otros, como Van Gogh, que son ejemplo de vanidad post mortem, de monumento al soldado conocido pero muerto, al héroe admirado pero difunto, que ni para lucirlas en los bailes le sirven las medallas.
Y no sé, no sé cuando contemplo todo esto si vale más la injustificada vanidad del idiota aplaudido en su tiempo o la inútil vanidad del genio en su sepulcro, doscientos años después de sus funerales.
Seguramente igual, porque la fama es el cielo de los ateos, donde sólo van los buenos y se condenan los malos. Allí los genios se sientan a la derecha del Arte mientras una paloma de inspiración preside, en un taller, los primeros pasos del aprendiz, futura víctima de los críticos de su tiempo, ejemplo maestro y modelo de las masas venideras.
Pues vale.
Este post no nos reconforta a los que palmamos en el concurso de cumbres borrascosas,dejenos al menos la etiqueta cool de incomprendidos en nuestro tiempo, que de las etiquetas futuras ya se ocuparán otros.
ResponderEliminarUn abrazo.
La fama es el cielo de los ateos... pero los críticos no tienen ni el recurso del infierno. Por ello, tal vez, se preocupan de crearlo en esta vida; a falta de fama, buenos son unos lindos braserazos.
ResponderEliminarA mí se me antoja que críticos y consultores son la misma cosa, sólo que los segundos cobran más.
Hombre, Vilos, tómeselo con alegría: si llega a quedar primero lo hacen polvo.
ResponderEliminarReconózcalo.
:-)
Los críticos son los agentes secretos del Purgatoria, una especie de quinta columna filistea infiltrada en los ejércitos cruzados.
ResponderEliminarLos consultores cobran más que los críticos, sí, pero creo que tienen menos satisfacciones. Porque hacer rabiar también es un placer, dicen.
Un día te cuento una anécdota bestial sobre eso...
besos
Pues sí, fama que no es disfrutada en vida, bastante igual da después. Un economista diría que dado que muchos son los deseosos y pocos los escogidos, mejor diversificar riesgos. Que cuando te tiran del pedestal imaginario al que te habías subido duele, oye. Mejor tener un colchón blandito para recibirte en la caída (en forma de otras compensaciones que la vida sabe dar, sin pedirte el requisito de ser un genio :-))
ResponderEliminarY sin embargo, Gentiana, también esta aquello de "sé fiel a tu más elevada esperanza".
ResponderEliminarY mejor cumplirlo, no vaya a ser que sea verdad lo de la parábola delos talentos y nos crujan a leches...
:-)))
Hombre, no deja de tener su gracia lo de mentar a Nietzsche y el Evangelio en el mismo bando...
ResponderEliminarY yo no digo que no hay que soñar, y luchar por lo que sueñas, pero la fama es un fruto que recogen pocos, encima no todos con méritos, lo cual a mí me da a pensar que baldía y amarga es la espera del que todo cifra en la opinión ajena (que al final eso es la fama, n'est-ce pas?).
Y dicho esto, a escribir, que aún no nos cobran por ello y eso que disfrutamos bárbaramente :-)))
No sé, chico, lo de éxito y la fama es algo complejo. ¿Por qué triunfan a la vez la Echeverría y Luis Mateo Díez? Sin embargo, lo de la historia de la literatura es un misterio arcano; ¿quién se acuerda hoy de Gómez de la Serna, más allá de las greguerías? ¿Qué pensarán en el futuro cuando lean a Paulo Coelho, si es que tienen esa desgracia? Además, ¿quién quiere el éxito? Si con pasar tres rondas del "Cumbres borrascosas" ya tendríamos el cupo de ego más que colmado.
ResponderEliminarLo ma,o es que no es tan fácil pasar tres rondas del Cumbres Borrascosas.
ResponderEliminarjajajaja
Al fimnal npo me voy a hacer más que enemigos. menos mal quehay gente como el amigo Vilos que se lo rtoman con alegría, que si no, no me meto otra vez en este emboaldo ni de coña...
saluuuuuuud
Hola.
ResponderEliminarHe llegado hasta aquí por casualidad tras seguir enlaces de Google a un cuadro de Beksinski.
Me he detenido a leer vuestros comentarios.
Opino que la fama póstuma no existe. Es una herramienta de marketing y ni da de comer al muerto, ni a su ego, que es para lo q está hecha la fama.
La fama en vida es un espejismo. El que la busca se equivoca, el que la encuentra se convierte en cosa.
La fama sin capitalismo, hoy en día, no se concibe. Y el capitalismo, por el bien de todos, debe morir.
Qué oportuno, estoy opinando en una conversación que murió hace un año. Así que mi comentario viene como anillo al dedo: es un comentario póstumo. Ojalá nadie lo lea nunca.
Si la Humanidad existe es en su memoria.
ResponderEliminarLa fama, fuera del marketing, es eso: memoria y fundamento paea no tner que empezar en cada individuo.
El capitalismo en sí mismo, es libertad. Cuando le dé por morir vendrá alguna tiranía a sustituirlo, aunque sea la de la necesidad de alguien.
redefinamos famay capitalismo y a lo mejor nos sirven, en vez de servirles.
salud
No hay que redefinir las palabras, hay que resetear las mentes...la memoria de la que hablas tiene la culpa de que casi todo lo que hace el hombre va encaminado hacia el mismo objetivo erróneo, las mismas palabras viciadas, los mismos falsos conceptos...el fracaso de la humanidad como especie racional (en el sentido estricto que le damos a esta palabra).
ResponderEliminarPero esta teoría, como el capitalismo, como la concepción del hombre como ser bondadoso por naturaleza, son meras utopías de nuestras lógicas torcidas.
En el onírico mundo de las mentes nuevas -recién reseteadas-, nadie tendría ya que reinventar la palabra "fama", y todo arte y conocimiento se transmitiría sin una etiqueta con nombres y apellidos.
ResponderEliminarLos hombres se verían liberados, de un plumazo, de parte de la pesada carga que es su ego, y "artista" no sería ya una profesión.
Los escritores de tres al cuarto no vivirían más bajo el yugo de la frustración. Los artistillas no tendrían que continuar esforzándose por parecer creativos.
La humanidad entera se concentraría, porfín, en ser auténtica, alcanzando por supuesto un grado más de libertad.