Aún queda quien dice que la realidad es tozuda, e incluso los hay que creen, contra toda evidencia, que la verdad resplandece. Lo que no mencionan es que, en ocasiones, necesita revestirse de prodigio o superchería para resultar creíble, porque la verdad desnuda no interesa ni a los aficionados al porno.
Así vemos que a menudo le sucede a lo auténtico como a la vaca de Swift, que sólo acabaría en manos de su legítimo dueño si el juez se convencía de que el ladrón tenía derecho a quedársela.
De este modo es como los más valerosos defensores de la verdad se convierten a veces en los peores cínicos y en los mayores embusteros.
A ellos dedico esta historia.
De "la serpiente Lazarillo"