El idioma de Lepanto



Parece que ahora se discute si es conveniente o no el intento, o supuesto intento, de acercamiento de Obama al mundo musulmán.
La verdad es que esos rumores de que el presidente americano profesa la fe islámica me resbalan más que un poco, y otro tanto, como mínimo, los debates sobre la conveniencia de crear una mezquita en la zona cero del atentado del 11 de Septiembre, máxime cuando el  destruido World Trade Center ya había una mezquita, y cuando lo que se proyecta ahora no está allí, ni es realidad una mezquita.
Lo que de veras me da que pensar es la traducción que se hace de estos intentos occidentales de acercamiento, porque la verdad es que todos comprendemos que al cambiar de idioma se emplean distintas palabras, pero parece que nos cuesta comprender que al cambiar de cultura también se modifica el significado de lo que el otro entiende.
O si prefieren, lo digo de otro modo, para que no se diga que doy vueltas al asunto sin hablar claro: cuando aquí, entre nosotros, hablamos de diálogo, de tratar de ponerse en la piel del otro y de tolerancia, respeto y acercamiento, entendemos que tratamos de superar las barreras históricas y de desconocimiento con una cultura que durante siglos nos fue hostil, ya fuese por razones económicas, religiosas o territoriales.
¿Pero qué es lo que se comprende al otro lado de la barrera? Nada: debilidad. Se entiende que les tenemos miedo y queremos congraciarnos. Se entiende capitulación y cobardía. Se entiende que Occidente quiere calmarles para poder seguir explotando sus recursos y mantener una hegemonía mundial que va contra sus sagrados principios y desnaturaliza su civilización.
Cualquier traductor sabe que no es tan importante lo que el hablante dice como lo que el oyente entiende, y creo que deberíamos preocuparnos más por lo que entienden nuestros interlocutores y tratar de hablar en su mismo idioma. Si decimos una cosa y nos entienden otra no es sólo su problema: también lo es nuestro.
No hace falta ir tan lejos para explicar esta idea: todos conocemos gente a la que si se la trata mal te respeta y que empieza a pensar como estafarte el día que te empiezas a portar un poco mejor. No debería ser así, pero todos conocemos a algún personaje de ese tipo. Todos conocemos gente que llama idiotas a los que son buenos, que llama imbécil al que no roba y lelo al que no defrauda.
Es triste, pero hoy por hoy, y por muchas razones, buena parte del mundo musulmán se ha radicalizado hasta graves extremismos y sucede precisamente eso: que entienden como debilidad cualquier intento de acercamiento. Y por debilidad de los suyos cualquier intento de entendimiento con Occidente.
Hoy por hoy, creo que no hay más remedio que ofrecer a los moderados la mano tendida, y a los otros el método de Lepanto. Por hablar a cada cual en su idioma y que te entiendan, más que nada.

Las alas que nos llevan volando a casa

Yo, que no he ido al cementerio, quiero dejar también este recuerdo para lo que no están. Cada cual pone las flores que prefiere...

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Hay muchas maneras de estar en este círculo que llamamos vida


Un hombre sabio busca una respuesta, alumbra con su vela la noche.

¿Es una joya sólo una piedra que encontró una manera de brillar?

¿Es la sangre de un héroe más honrada que un trago de vino de un vagabundo?
¿Te hable una mañana en algún mundo lejano?

¿Me salvaste de una flecha?, ¿me dejaste en una tumba?

¿Fuimos hermanos en un viaje?, ¿me ensñaste a correr?

¿Fuimos batidos por las aguas?, ¿te dejé tendido al sol?



Soñé que era un profeta en la pradera

Soñé que era una montaña en el viento

Soñé que te arrodillabas y me tocabas con una flor

y me desperté con una flor en la mano.



Sé que el amor es ver a todo el infinito en uno.

En la hermandad de las criaturas, quién es el padre y quién es el hijo.

La visión de tu bondad me sostendrá a través del frío.

Toma mi mano ahora para recordar cuando estés solo.

Nunca estás solo



Y el espíritu llena la oscuridad de los cielos

Se llena el infinito anhelo del alma

Vive dentro de una estrella demasiado lejana para soñar con ella

Vive dentro de cada parte y el todo

Es el fuego y las alas que nos llevan volando volar a casa.


Joe Henry.
 
Lo he traducido lo mejor que he sabido...

Deja enpaz a Dulcinea...

Aún no ha empezado la historia. Muchos de los personajes no se conocen todavía entre ellos ni creen que les pueda suceder algo como lo que va a ocurrirles.


Gonzalo ha salido del trabajo hace un cuarto de hora y camina con las manos en los bolsillos hacia una cafetería del caso antiguo.

Julián lo espera en la cafetería. Ha llegado un poco antes de tiempo y aprovecha para leer el periódico.

Raquel mira postales de cumpleaños mientras María paga unas fotocopias que acaba de encargar. Luego se irán juntas al mismo café donde quedaron los chicos.

Miguel repasa por tercera vez una operación matemática que parece impecable pero no arroja el resultado esperado.

Sara está viendo la tele mientras acaricia al perro.

Santiago descarga cajas de una furgoneta y las baja trabajosamente al sótano de una librería polvorienta.

La historia aún no ha comenzado. Se desencadenará en unos minutos cuando alguien, sin darse cuenta, ponga en marcha un mecanismo oculto.

Los hechos que van a suceder no serían posibles en otro lugar, ni en otro momento, ni con otras personas. La mayoría de las historias se apoyan en personajes frecuentes, o intercambiables, de los que hay un centenar de cada tipo en todas las ciudades. Esta no: lo que está a punto de suceder necesita una conjunción muy específica y muy difícil de repetir.

Las ciudades pequeñas producen estas rarezas. Su falta de actividad es como una válvula cerrada que acumula energía, reflexión, nobleza y resentimiento, mezclándolas en unas condiciones de presión y temperatura que no se encuentran en ninguna otra parte.

Gonzalo ha llegado ya al café.

Julián dobla el periódico y lo deja sobre la barra.

Raquel se rehace la coleta y María se queja del frío mientras mira el reloj.

Miguel ha encontrado el error en la operación matemática.

Sara sigue acariciando al perro, aunque su hermano haya cambiado la tele de canal.

A Santiago le queda una docena de cajas por bajar al sótano.

Aún no ha sucedido nada. Pero está todo ahí: en las calles llenas de charcos, en el gesto desabrido que opone la gente al viento, en las piedras centenarias, en los escaparates brillantes junto a portales oscuros.

Esta todo ahí. Se ha ido acumulando.