El problema de la Inquisición en España no es que quemase a heterodoxos, pensadores y científicos, sino que tenía que limitarse a quemar pensadores, heterodoxos y científicos de cuatro perras, porque no había otra cosa que quemar en todo el país.
El atraso de España en capital humano es secular. Mientras otras naciones producían ilustrados y pensadores, aquí seguíamos produciendo teólogos y predicadores. Para comprobarlo, basta echar un vistazo a los grandes personajes españoles de los siglos de la Ilustración, reflejados a mansalva en la Enciclopedia Espasa: en España había muchos buenos pensadores, pero su mayor interés residía en publicar un libro tras otro de sermones porque eso era lo que les daba de comer y lo que les permitía avanzar profesionalmente.
¿No pasa hoy lo mismo? Los científicos tratan de publicar lo que más les ayude a allegar fondos para su departamento, su Universidad o su laboratorio, con independencia de que eso le pueda aprovechar a alguien o no. Y los de entonces, igual. Escribían sermones porque era el arzobispo quien pagaba la imprenta. Escribían vidas de santos, porque eso se vendía, y eso se patrocinaba. Escribían autos sacramentales porque no servía de nada ir al rey a pedir dinero para un avance o una mejora tecnológica.
Quizás un detalle, en forma de anécdota, ilustra perfectamente lo que fuimos: cuando los franceses comenzaron a publicar la Enciclopedia, lo hicieron por suscripción. En España sólo hubo unos cuatrocientos suscriptores, frente a los más de tres mil holandeses. Bueno, pues si se echa un vistazo a la lista de los cuatrocientos, conservada hoy en París, puede ver se que los nueve primeros son el Inquisidor general y ocho de sus ayudantes.
Que no se diga que, por lo menos, no le ponían ganas a su trabajo....
¡Qué país!
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