Conviene de vez en cuando darse una vuelta por las matemáticas, o por la física, o por cualquier disciplina científica, armada como tal de normas inmutables y conductas predecibles, para no perderse en el absurdo malabarismo metafísico, puramente intelectual, en que todo es posible y a la postre tan probable como uno quiera.
Conviene estrellarse de cuando en cuando con una ecuación, irreductiblemente tozuda en mantener sus principios, con una reacción química, con un tiro parabólico si se me apura, para no creer que es posible obtener cualquier cosa de la razón, que las ideas suman necesariamente lo que uno les exige, o que los argumentos caen siempre donde nosotros queremos, por arte, magia y artificio de nuestro poderoso intelecto.
Quizás por eso no acabo de fiarme del todo del pensador que desconoce la ciencia, del hombre de letras que se dice puro reconociendo de ése modo su ignorancia, que se llama humanista porque cree que el hombre piensa pero no construye, que ofrece más credibilidad a las ideas de un abogado que a las de un ingeniero.
En el mundo de las ideas todo es verosímil, incluida aquella escapatoria de Hume, gatera lógica, según la cual nada es aprehensible porque nuestros sentidos nos engañan. Calderón dijo lo mismo y lo dijo mejor, según yo pienso, porque le bastaron unos versos para afirmar que el hombre que vive sue a lo que es hasta despertar.
Despertemos pues de la borrachera de la razón y antes de pensar, démonos una vuelta, un breve paseo por la ciencia, porque igual de incapaz de sostenerse puede ser un razonamiento que un puente, pero tiendo a creer que el que hace puentes pone más cuidado, de suyo, en no pensar con negligencia.
Por la cuenta que le trae, más que nada.
Conviene estrellarse de cuando en cuando con una ecuación, irreductiblemente tozuda en mantener sus principios, con una reacción química, con un tiro parabólico si se me apura, para no creer que es posible obtener cualquier cosa de la razón, que las ideas suman necesariamente lo que uno les exige, o que los argumentos caen siempre donde nosotros queremos, por arte, magia y artificio de nuestro poderoso intelecto.
Quizás por eso no acabo de fiarme del todo del pensador que desconoce la ciencia, del hombre de letras que se dice puro reconociendo de ése modo su ignorancia, que se llama humanista porque cree que el hombre piensa pero no construye, que ofrece más credibilidad a las ideas de un abogado que a las de un ingeniero.
En el mundo de las ideas todo es verosímil, incluida aquella escapatoria de Hume, gatera lógica, según la cual nada es aprehensible porque nuestros sentidos nos engañan. Calderón dijo lo mismo y lo dijo mejor, según yo pienso, porque le bastaron unos versos para afirmar que el hombre que vive sue a lo que es hasta despertar.
Despertemos pues de la borrachera de la razón y antes de pensar, démonos una vuelta, un breve paseo por la ciencia, porque igual de incapaz de sostenerse puede ser un razonamiento que un puente, pero tiendo a creer que el que hace puentes pone más cuidado, de suyo, en no pensar con negligencia.
Por la cuenta que le trae, más que nada.
4 comentarios:
Amigo Javier:
¿De verdad crees que un abogado puede tener ideas?
Y en tal caso, ¿de verdad crees que podrían tener alguna buena?
Item más: ¿de verdad crees que alguien les daría credibilidad?
Claro que hay algún abogado bueno, pero ocurre como con los políticos honestos y las meigas: "habeilos haylos..."
Abogados e ingenieros... la misma cosa. Te lo dice una cuyo padre cojea de ambas enfermedades. Ay, Llamazares: que luego te censuran... ;DDD.
¿Y tú?, ¿Contratarías a un abogado bueno para unpleito?, ¿querrías tener a tu servico a alguien así tal y como está la justicia?
las ovejas se acaban pareciendo a lospastores, ya sabes...
Jolín, Ana: qué duro pones el asunto... :-))))
Yo ya le dije una vez a Javier que quería ser censor, pero como se acabó la dictadura ahora es más difícil sacar la plaza...
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