Ser tonto


Ser tonto no es tan fácil como puede dar la impresión a primera vista. Media humanidad, cada uno en su nivel, se pasa la vida tratando de pasar por alto ciertas cosas que ha visto en un momento de lucidez, ciertas posibilidades que se le han alcanzado en un instante tan remoto como indeseable.
Porque esforzarse en comprender algo que está por encima de nuestra capacidad puede ser penoso, pero no tanto como hacer la vista gorda ante lo que se comprende perfectamente y uno preferiría no ver.
Entra aquí la diferenciación entre ser tonto y hacérselo, pero lo de veras deseable es la tontería genuina, sin necesidad de máscaras complacidas y complacientes. La principal contrapartida —siempre las hay— es la maldita circunstancia de que ser tonto es muy trabajoso, nada satisfactorio y te ocupa todo el día.

5 comentarios:

Gentiana dijo...

Curiosamente igual de trabajoso que hacerse el listo... :-)))

Anónimo dijo...

Tont@s somos tod@s l@s que escribimos, perto es una tontez maravillosa. Te acabo de descubrir de pura casualidad, como son los descubrimientos. Feliz día del/de la trabajador/a de la Letra
Piquetera

Filisteum dijo...

feliz día también del currante teclista.

Y gracias por asomar.

Nos vemos

Anónimo dijo...

Bien, ya se sabe que la tontería es más fascinante que la inteligencia: la inteligencia tiene sus límites y la tontería no (dice Chabrol; Cipolla también decía algo semejante, por cierto, en el divertido Allegro ma non troppo). En eso estamos. Besitos.

Filisteum dijo...

Yo creo, Ana, que lo peor es que la inteligencia también tiene sus límites, pero es más difícil reconocerlos.

remuas